agosto 10, 2006

Se me lengua la traba

La anécdota es real. Tendría yo unos 6 años. Disfrutábamos de un paseo familiar por San Isidro o aledaños, todos en bicicleta durante la calma de un domingo por la mañana.
Estábamos por enfrentar una de esas pendientes pronunciadas características de la zona y fue entonces cuando, justo iniciando el vertiginoso descenso, noté que mi volante se había torcido.
Mi joven inexperiencia bicicletera hizo que la situación me resultara atemorizante, pues podía ver cómo la rueda iba hacia la izquierda mientras el volante apuntaba hacia el centro. Fue así como resonó mi grito desesperado: “¡Tengo el torsante volido, tengo el torsante voliiido!
Hoy, además de seguir riéndome, me maravillo de la forma en que auné la situación con las palabras.

2 Comments:

At 10/8/06 17:09, Blogger Tomás Grounauer said...

¡Muy bueno!

A mí me pasa cuando entro en estado de fatiga máxima, pero no sólo deformo las palabras sino también lo que escucho. Una especie de experiencia psicodélica vegetariana, sin haber ingerido químico alguno.
El no dormir lleva a esos estados, lo digo hoy que vengo sin dormir desde ayer.

 
At 10/8/06 22:52, Blogger Carpe diem said...

Pilar del ascetismo: abstinencia (de todo tipo, incluye a la vigilia como abstinencia de sueño). La realidad adquiere así otro significado (por algo siempre se tildó a los ascetas de orates).
La etapa a la que hacés referencia es por cierto bastante delirante. El asunto sería superarla y ver qué hay una vez atravesada esa línea.
Pero también es cierto que el cuerpo necesita reposo. Lo mejor entonces sería que descanses, así tu lengua y tus oídos dejarán de torcer las palabras. No será tan “divertido” pero pareciera más saludable.
Dreams, sweet dreams for you...

 

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