octubre 13, 2006

Acuerdo tácito

Si yo voy caminando por la calle y lo veo venir hacia mí, es justamente entonces cuando empiezo a buscar ese invisible objeto en el inexistente bolsillo interior de mi traje, o cuando debo doblar en otra dirección, o cuando me intriga ver cuán nublado está o si en el 8º piso de aquel edificio hay un perro. También en esas ocasiones se me da por ponerme a leer las portadas del kiosko de revistas, o bien escudriñar mis zapatos, o estornudar, frotarme los ojos, buscar las llaves en la mochila o incluso hacer lo que nunca: mirar una vidriera.

¿Que si lo estoy ignorando? Pues claro! Es un pacto que tenemos él y yo: NO saludarnos si nos encontramos eventualmente por ahí. Y no se crean que es tan fácil...

El tema es así: lo conozco hace ya varios años, tantos que perdí la cuenta, quizás unos 15 y no creo estar exagerando. Él es el portero de uno de los edificios vecinos. ¿Cómo empezó este absurdo? No recuerdo bien, pero supongo que alguien alguna vez olvidó saludar (sí, es muy probable que haya sido yo, las básicas cuestiones sociales aún no las domino).

Desde entonces (sí, unos 15 años por lo menos!) hemos forjado un hermoso vínculo basado en este acuerdo tácito*. No, no lo odio, ni él a mí. De hecho, si me lo llego a encontrar en otro ámbito (por ejemplo, charlando con mi portero en la puerta de mi edificio), obvio que digo “hola”... tampoco voy a ser tan descortés, che!

Una vez —debo admitirlo—, hará un año, sucumbí y cometí el terrible error de deslizar un tímido movimiento de cabeza mirándolo a la cara (no puedo asegurarlo, pero hasta creo que mis labios dibujaron un saludo). No sé qué me pasó, no sé por qué caí tan bajo, quizás no llegué a inventarme una distracción pasajera, no sé, uno es débil de vez en cuando...

Gracias a Dios él es un hombre de principios firmes, e hizo como si eso nunca hubiera ocurrido. Y así seguimos, cruzándonos prácticamente todos los días, porque cuando yo voy al trabajo, él vuelve de dejar a sus hijos en el colegio.

Yo sé que no soy muy normal que digamos, que probablemente perdí un tornillo en algún lado y hace mucho, pero juro que me divierto bastante haciendo esto (y creo que él también). Así que, si se les ocurren cosas ingeniosas para que yo haga en pos de ignorarlo, todo aporte será bienvenido, tampoco es cuestión de caer en la repetición, ¿no?

* Utilizo “tácito” en un doble sentido: porque nunca se expresó formalmente tal acuerdo y porque implica justamente un acuerdo de silencio (tacitus, del verbo latino tacere: ‘callar’).

11 Comments:

At 13/10/06 17:44, Blogger Unknown said...

Eso es algo que siempre me costó, saludar a los porteros, en general me mantengo firme en mi postura de pasar por delante y pisarles la vereda recien baldeada, pero hay algunos que se ensañan y me miran como pidendo el saludo despues de verlos tantas veces, pero en general no se atreven. Y sí debo decir que soy debil y saludé a uno una mañana, y desde ese entonces lo saludo siempre. Hasta que un día me olvide...
PD: Si querés dejame tu mail que te envio algo.

 
At 13/10/06 17:45, Blogger Lunaria said...

Curiosa la situación que vivís. Ahora no se me ocurre nada para que lo ignores pero de una cosa estoy casi segura. Si algún día dejas de verlo, seguramente lo echarás de menos.

 
At 13/10/06 18:34, Blogger Cuni said...

Plan para evitar al portero: Cuando estés más o menos cerca de él (a unos 10 metros) hacé un doble salto mortal combinado con un rondó fli fla, medialuna y vertical hasta llegar al umbral de tu casa. Beso

 
At 13/10/06 18:46, Blogger Psicodélica star said...

Lo identificada que me siento con esta situación!

 
At 14/10/06 02:00, Anonymous Anónimo said...

¡Los porteros no tienen hijos!

¡ES UNA TRAMPA!


¡RUN CARPE, RUN!

 
At 14/10/06 02:03, Anonymous Anónimo said...

PD: cuando sea un acuerdo "tacita" ¿van a poder ir a tomar un café?

 
At 14/10/06 11:16, Blogger Tomás Grounauer said...

Hay un capítulo de Seinfeld muy divertido (como casi todos los de Seinfeld), en el que Elaine se angustia porque una persona de su edificio que solía saludar deja de hacerlo. Termina con ambos blanqueando la situación: "no me dieron más ganas de saludarte, eso es todo".

 
At 14/10/06 15:50, Blogger Carpe diem said...

Ary: Yo nunca entendí por qué supuestamente HAY que saludarlos. El hábito no hace al portero y al saludo. Para el caso, también en el subte debería saludar a esa gente que siempre viaja conmigo debido a coincidencias horarias de la vida... en fin. Mi mail: cccr8@yahoo.com

Lunaria: Sí, seguro, nuestro NO saludo ya forma parte de mi vida. Así de curioso es mi día a día.

Cuni: Buena punta, voy a empezar a practicar; el tema es que la calle esté semi-despejada porque puedo estrolar a alguien. Aunque también me diste otra idea: al verlo venir, meterme en la panadería de la esquina y comprarme una medialuna.

Psicodélica Star: De todas formas, tus experiencias ‘porteriles’ son más densas; recuerdo tu anécdota con aquel portero poco amigable que sabía manguerearte cada vez que pasabas (vos sí que tenés suerte, eh?).

Ramiro: Si de beber se trata, antes de un acuerdo ‘tacita’, prefiero un acuerdo ‘tecito’ (la porcelana me cae pesada). Mientras tanto, correré, que de hecho es una buena idea, creo que nunca lo hice: verlo y echarme a correr, y pasarlo como poste caído.

Cerebro: Y tal cual, che... yo sé que suena frívolo, pero ¿por qué debo saludar si no tengo ganas? ¿Voy a quemarme en el infierno por eso? ¿Es realmente un insulto hacia alguien con quien no tengo trato alguno? Yo qué sé!

Me voy, pero a ustedes los saludo, claro que sí :)

Al brazo

C.

 
At 14/10/06 18:51, Blogger Mariposa}:{Mística said...

Yo me meto en todo mi ego y ni lo veo.
Raras ocasiones, ya que con el portero de al lado hasta charlo cosas barriales.


beso

 
At 16/10/06 02:13, Blogger Wakefield said...

A mí me pasa lo mismo con un par de vecinos. Solía atribuir el fenómeno a mi carácter eminentemente antisocial, pero ahora me pregunto si no habrá algo más complejo detrás de todo esto. Muy interesante.

 
At 16/10/06 14:28, Blogger Carpe diem said...

Mariposa}:{Mística: A eso le llamo yo tener un Ego a la medida justa.

Wakefield: Yo también me caracterizo por mi caracter antisocial, pero esto va más allá de eso, en serio, es casi filosofía de la contingencia.

Al brazo

C.

 

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