En el lugar del otro
Lunes 09/10. 6:22 pm. Av. Forest y Elcano. Yo estaba en el ‘bondi’, mirando hacia mi izquierda por la ventanilla. Mis ojos no esperaban toparse con esa escena.
Descripción: Forest tiene 3 carriles de circulación; el colectivo en el que yo viajaba estaba en el izquierdo, levantando gente. Adelante de éste, había un auto detenido en virtud del semáforo en rojo. En el carril del medio, 3 autos se detuvieron en línea a la espera de la luz verde. En el 3º carril, esperaban pacientemente un auto y una camioneta que llevaba un grupo de trabajadores en su caja.
Situación: En el 2º carril, detrás del 2º auto, se coloca una moto con 2 individuos. El acompañante del conductor se baja repentinamente, corre hacia el auto que tenía a su espalda, le rompe la ventanilla delantera derecha, agarra un bolso, corre a subirse a la moto y huyen. El semáforo permanecía en rojo, por lo que casi son atropellados por el tráfico que avanzaba en forma transversal.
Descripción: La víctima (una mujer, a quien ahora podía yo entrever a través del vidrio polarizado roto) se limitó a hacer un gesto de “la reputa madre”, marcó un número en su celular y comenzó a hablar por teléfono. Cuando el semáforo dio luz verde, arrancó y no sé cómo habrá continuado su día. Los testigos, atónitos... pero todo siguió como si nada, apenas uno que otro comentario indignado entre los viajeros del 44.
Reflexión: El resto de mi viaje fue una cavilación acerca de lo imprevisto y las reacciones de la gente. Creo que si yo hubiera sido la desafortunada mina, habría reaccionado casi igual (sólo que hubiera dejado el llamado por el celular para cuando encontrara un lugar para estacionarme).
Si hubiera sido uno de los tipos que viajaban en la caja de la camioneta, me hubiera lanzado de cabeza sobre la moto, aunque probablemente ligara un balazo, creo que era lo único que hubiera podido frenar el siniestro. Pero es verdad, ello hubiera requerido una reacción prácticamente instantánea, además de la voluntad de ponerse en riesgo. ¿Hubiera yo reaccionado rápido de estar en ese lugar?
Me resulta imposible imaginarme siendo yo el malhechor. Puedo llegar a entender que quizás el ‘chabón’ se esté muriendo de hambre o deba mantener una familia o infinidad de historias que se esconden detrás de escenas así. Tampoco pretendo justificarlo, sólo digo que simplemente NO puedo ponerme en ese lugar, hay cosas que creo que no podría hacer ni en mi más oscura noche.
(Pienso en lo fortuito; pienso en cómo todo puede cambiar en un instante por algo absolutamente externo y azaroso; pienso en lo bizarro y absurdo que a veces resulta todo; pienso en nuestra sociedad y todas sus deficiencias; pienso en la educación y en la moral; pienso en lo lejos que estamos de la polis ideal de Platón, que tanta razón tenía; pienso que a veces pienso demasiado; pienso que vos siempre me decías eso; pienso que te extraño; pienso que esa chica me está mirando muy fijo y tiene lindos ojos y, sin querer, pienso que tengo que bajarme en la próxima...)
8 Comments:
Sí, claro que sí, pueden reírse hasta el hartazgo con mis dibujos, haciendo boludeces como éstas me entretengo con mis alumnos... pero nadie puede negar que contribuyen a la construcción de la imagen visual, che!
¿enseñás educación vial?
Algunas situaciones viales de la que somos a veces meros espectadores nos dejan con la boca abierta.
Me recordaste(con esto de los atracos) un escrito en el periódico de Arturo Pérez Reverte ocurrido en mi cuidad y que paso a relatar. Es un poco extenso pero merece la pena.
Cádiz. Última hora de la tarde. Calle casi desierta, a excepción de David, hijo de mi amigo el artista gaditano, especialista en reconstrucción de uniformes históricos, Miguel Ángel Díaz Galeote. David, que tiene catorce años, acaba de salir del colegio y espera sentado en la parada el autobús que lo lleve a casa. Pasa algún coche de vez en cuando. Al rato, atento a la llegada del transporte, ve acercarse una bicicleta desde el extremo de la calle. Sin prestarle atención, sigue hojeando los apuntes que tiene sobre las rodillas, porque dentro de tres días hay examen y lo lleva crudo. Mientras tanto, despacio, la bici llega hasta él. David levanta la vista y comprueba que se ha detenido y que, apoyado en el manillar, lo observa un chico un par de años mayor que él. Uno de esos pishas gaditanos de toda la vida: moreno, escurrido de carnes, pantalones de chándal y camiseta del Cai. El recién llegado lo mira muy fijo. Tiene el aire clásico de los zagales duros de allí. Así que David, pese a ser un crío tranquilo, se mosquea un poco.
–Dame er dinero, quiyo –dice el de la bicicleta.
Los pocos coches que pasan no se percatan de la situación; y aunque así fuera, que se detuvieran es otra cosa. David, que no tiene un pelo de cobarde, tampoco lo tiene de chuleta, ni de tonto. Sabe que allí solo, frente a uno de dieciséis años, va listo. Indefenso total. Así que lo mira a los ojos, procurando no mostrar más preocupación que la justa.
–Sólo llevo un euro –responde–. Para el autobús.
Habla con la calma de quien dice la verdad. El otro lo mira de arriba abajo, despectivo, apoyado en el manillar. Por un momento, David piensa en el reloj que lleva en la muñeca, regalo de sus padres. Espero que no le dé por quitármelo, se dice. Pero al otro sólo le interesa el metálico.
–Vacíate los borsiyos.
Resignado a lo inevitable, David obedece. Deja los apuntes en el suelo y se levanta. Su único capital, el solitario y patético euro, reluce en la palma de su mano. Sin dejar la bici, el otro se apodera del botín. Luego se aleja pedaleando tranquilamente, haciendo eses por la calzada. David suspira, coge sus apuntes y echa a andar por la acera, en la misma dirección por la que se aleja el precoz chorizo que acaba de arrebatarle su capital. Media hora hasta casa, calcula. Algo menos si camina deprisa. A trechos se sorbe un poco la nariz. No está avergonzado –es un chaval sereno y sabe que la vida es así–, pero siente picado el orgullo. Si el otro hubiera tenido su edad, el euro habría tenido que quitárselo a golpes, si se atrevía. Pero las cosas son lo que son. Así que aprieta el paso, inquieto porque llegará tarde a cenar y su madre estará preocupada.
–¿Aónde vas, quiyo?
El joven atracador, que al volverse a mirar atrás lo ha visto caminar, acaba de describir una curva con la bicicleta y ahora pedalea a su altura, mirándolo con curiosidad. Sin aflojar el paso, ceñudo, David responde.
–¿Dónde voy a ir? A mi casa.
–¿Andando?
–Me has quitado el euro.
El otro se queda pensando. Luego le pregunta dónde vive, y David se lo dice. En la calle tal, número cual. Durante un trecho, el pisha sigue pedaleando a su lado, el aire reflexivo, mirándolo de reojo. De pronto frena.
–Sube, quiyo. Que te yevo.
–¿Qué?
–Que subas, oé.
Y entonces, David, con la naturalidad de sus benditos catorce años, se instala en el único asiento de la bici y se agarra a los hombros del choricillo, que, de pie sobre los pedales, sin sentarse, lo lleva tranquilamente por la avenida, durante diez o doce minutos, hasta la puerta misma de su casa.
–Gracias –dice al bajarse.
–De nada, quiyo.
Y el joven atracador se aleja muy digno, pedaleando. Dicho en una palabra: Cádiz.
Por lo que lees, nada que ver, pero me hizo gracia la noticia.
Están buenos los dibujos. Me hacen acordar a los de "El libro de la sabiduría", recomendable texto de Edward De Bono.
Quién sabe por qué, mi mente asoció la frase de Platón con una de Homero Simpson (me sigue sorprendiendo mi alto nivel de divague mental). La frase en cuestión es: "Yo nunca pido disculpas, lo siento, soy así."
(aguante la caja de la camioneta!)
Son muchos puntos, la inseguridad, la reacción instantánea, la injusticia, la inmoralidad y lo irremediable.
no sabemos que es eso hasta que estamos ahí, y cuando estamos ahi, no sabemos que estábamos hasta que ya paso.
Av Rivadavia y Salguero, lleno de gente yendo y viniendo, chico adolescente forcejea con la cadena del cuello de señora, todos YO INCLÚIDA, nos quedamos paralizados, yo mirando a un chico que me miraba fijamente a los ojos, miro atrás y había un señor más grande, en todos los sentidos, el me mira y miro otra vez adelante y me sigue mirando el chico de enfrente. Eran tres en total, la escena duró dos segundos, fueron eternos. Uno no sabe que hacer hasta que está ahi. Para ser un año ya vi muchos robos, en persona y de frente. Y ME DA MIEDO. pero vuelvo a caminar por las mismas calles y a la misma hora.
beso
Buenos dibujitos.
Che que lindos dibujitos, ¿como los hiciste?
Bueno uno nunca sabe como puede llegar a reaccionar en una situacion inesperada, digamos que lo sabe cuando está en ese momento.
Ramiro: Por ahora me va bastante bien con la gramática y los idiomas, pero nunca digas nunca, tengo alma de docente (poco decente).
Lunaria: Me gustó la historia, me arroja un alud de pensamientos, un sinfín de ideas que sería imposible delimitar para explicarte. Y además me hizo recordar —vaya Zeus a saber por qué— a un libro de Vargas Llosa que ha sabido gustarme: La ciudad y los perros.
Cerebro: Gracias, igual creo que vos y yo ya conocemos nuestras respectivas dotes artísticas en lo que a dibujos se refiere (hay documentos, agradecé que no tengo scanner, já). Ahora me intrigaste más con el libro de De Bono.
Psicodélica Star: A mí también me sigue sorprendiendo tu alto nivel de divague mental, no termino de admirarme... y lo peor es que te entiendo.
Mariposa}:{Mística: El miedo tiende a paralizar, a detener relojes, a contener reacciones. Cada cual tendrá sus miedos particulares, pero la verdad es que al final uno debe aprender a siempre seguir caminando y contrarrestar esa fuerza adversa.
Mafi: El problema es justamente que nadie quiera ponerse en el lugar del otro, yo te entiendo a vos y lo que querés decir (que quede claro), pero ¿y si acaso alguno de los atléticos testigos precisamente pensó que no haría nada por vos porque a él nadie lo ayudó cuando...? Sí, ya sé, es un planteo muy utópico el mío, pero como decía Homero (gracias, P.S.), lo siento, soy así. Yo realmente creo que hubiera hecho algo de haber estado en ese parque, y no me refiero a mirar para otro lado.
Ary: Gracias, con el ‘Paint’ los hice, es así de humilde lo mío :)
Me alegro de que les hayan gustado y/o causado ‘ternurita’ mis dibujos, ya saben que yo me divierto barato.
Al brazo.
C.
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