Mádrula 1

Mi madre sabe muchas cosas, entre ellas: cuánto la quiero y cuánto me apasiona la Fórmula 1. Por eso no se ofendió cuando la invité a almorzar tempranito, así podía ver al menos la última hora de carrera (que arrancaba a la 1). Esa clase de cosas que sólo las madres suelen aceptar con naturalidad.
Durante la elección del postre y luego del brindis con champagne, cualquiera hubiera creído que el alcohol tenía efecto super rápido sobre mí, dada mi sonrisa amplia y repentina. Pero no, las burbujas no son tan veloces, sí en cambio mi novia (que también sabe cuánto la quiero y cuánto me apasiona la F1) que me informaba por mensajito las buenas nuevas: el piloto que yo no quería que ganara estaba en aprietos.
Le comenté a mi madre mi entusiasmo y cómo P.S. con ternura me mantenía al tanto aunque la F1 poco le interesa. Le expliqué que hoy se definía el campeonato, que había tres posibles ganadores, que mi favorito (Alonso) estaba entre ellos, aunque con un motor cachuzo, que Raikkonen tenía chances, y que por nada del mundo quería que ganase Hamilton, quien tenía todas las ventajas habidas y por haber.
La conversación se fue pronto por las ramas, y su permanente sonrisa poco tenía que ver con el automovilismo. Lo importante era que ella estaba contenta... y yo también. ¡Feliz día, mamá!
En fin, no voy a escribir un post demasiado largo sobre la F1 porque por lo general mucha gente comparte la opinión de mi estimada Laura: “No entiendo qué te puede gustar de ver a unos tipos dando vueltas en redondo, corriendo sin llegar a ningún lado”. La Fórmula 1 es mucho más que eso, al menos para mí. Y créanme que la de hoy fue una carrera muy interesante, en la que hasta la última vuelta todo podía pasar.
Alonso no salió tricampeón como hubiera querido (él/yo), pues Mc Laren se preocupó por poner sus fichas no en él sino en un soberbio novato (que tiene cualidades, no lo niego, pero su actitud y todas las ‘ayuditas’ que tuvo ciertamente no lograron favorecerlo) y se quedó con las manos vacías (auto-destrucción, já).
Por un punto de ventaja ganó Ferrari; Raikkonen tuvo su premio a la constancia, Alonso la satisfacción de estar en el podio y haber hecho todo lo que estaba a su alcance, mientras Hamilton esbozaba una amarga sonrisa y aprendía la lección de no cantar victoria antes de tiempo. Por mi parte, la pasé muy bien con mi madre (gracias, mamita), disfruté el final del campeonato y, hasta marzo, no volveré a molestar a mis cercanos con el tema.