Capítulo II - Un nuevo panorama
Todo parecía normal. Pensaba, mientras tomaba mate de un yuyo con virtudes poco conocidas, que dejaba un gusto agradable y tornaba los colores más brillantes.
“¿Qué será de mi vida ahora que descubrí el gran engaño? Cata era un alma atormentada; ¿qué hacer para ayudarla?” —pensaba. La sentí agitarse intranquila, todo su cuerpo mullía. Decidí dejarla sola un rato mientras me tomaba la temperatura. La oí murmurar extrañas plegarias al tiempo que mi termómetro adquiría un color púrpura. Lo pensé mejor y fui a colocarme una pequeña pero firme sonda nasogástrica.
Yo no soy de hacer escándalo ni puchero, mas esta vez decidí hacer un guiso de chaupinelas. Empecé a preparar todo usando sólo la mano izquierda: era época de elecciones.
Ivonne y Perita eran mis tomates preferidos, los usé y obtuve una consistencia y sabor inusitados. Quizás el olor hizo que Cata reaccionara, note el lector que digo "inusitados" y Cata no dice nada. Pero los aromas le generan un cosquilleo en la parte de atrás del paladar.
Recientemente he notado que Cata pocas veces se percata de mis esfuerzos por ayudarla a desempolvar su oscuro pasado... de a poco voy descubriendo una serie de, bueno en fin, ¿para qué ahondar en esto?, lo importante es sacarla afuera, frotarla y masajearla. Ahora que estamos bajo el sol aprovechemos para matar este cadáver.
—¡No! —gritó ella— Quiero vivir.
—¡Pero estás completamente loca, mujer!
—Cata —dijo y me tocó una mejilla—, soy tu Cata.
Fue en ese momento cuando empecé a estornudar desaforadamente, como si tuviera alergia o sinergia. Cata miró mi rostro; recordé al barbudo estornudar y temí que mi barba creciera. Para mi sorpresa, teniendo en cuenta que soy lampiño, creció alarmantemente. Corrí hacia el espejo.
—¡CATA! —grité...
—Catástrofe, ése es mi nombre.
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Capítulo III
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿ALGUNA VEZ
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez LOGRARÍA ENTENDER DE QUÉ SE
Capítulo III - “La extraña Cata”
¿Alguna vez lograría entender de qué se REÍA ELLA? POR MÁS QUE
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? por más que BUSCABA UNA RAZÓN, SOLO ESCUCHABA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba UNA CARCAJADA SIN SENTIDO, VACÍA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, OPRIMIENDO MI RAZONAMIENTO ANGUSTIANTEMENTE
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
YA HABÍA SIDO SUFICIENTE
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. ESPERÉ A QUE SE DURMIERA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera PARA PODER PLANEAR MEJOR LO
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo QUE JAMÁS HARÍA. EL BAZAR
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar NO ACEPTABA DEVOLUCIONES NI CAMBIOS
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, EL SEÑOR BARBUDO ME PROPUSO
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso ENTONCES UN ALMACIDIO COMO SOLUCIÓN.
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un "almacidio" como solución. PROCEDER EN ESE SENTIDO PODRÍA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría PROVOCAR UN CATACLISMO CATASTRÓFICO
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. LO HICE.
QUERIDA CATA: QUIERO
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
Querida Cata: Quiero QUE TE VAYAS, POR FAVOR
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor. APUNTE DIRECTO A SU CORAZÓN
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor. Apunté directamente a su corazón. ¿LAS ALMAS TIENEN CORAZÓN? , DUDÉ
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé UN INSTANTE ANTES DE DISPARAR.
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. UN ESTRUENDO NOS ENVOLVIÓ. SILENCIO
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿TE CONOSCO?— DIJO UN CARACOL
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol QUE PASABA VELOZ E INESPERADAMENTE.
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—NO.
—AHA—DIJO.
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—no.
—AHA—dijo.
Y DESAPARECIO TRAS EL DROMEDARIO
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario QUE NUEVAMENTE SE HABÍA MOSTRADO.
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
CATA SOBRE EL PASTO, PARECÍA
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—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata sobre el pasto, parecía DORMIR PERO EMPEZÓ A DESVANECERSE
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata sobre el pasto, parecía dormir pero empezó a desvanecerse.
CERRÉ LOS OJOS PARA DESAPARECERLA
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—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla COMPLETAMENTE... Y CUANDO LOS ABRÍ
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
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—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente...y cuando los abrí, ELLA, OTRA, ESTABA TIRADA SOBRE
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente...y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre LA HIERBA QUEMADA MIRANDOME FIJAMENTE
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿QUIÉN ERA ESA MISTERIOSA MUJER
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿SERÁ UNA MANIFESTACIÓN CORPÓREA DE
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
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—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿será una manifestación corpórea de...
—HAS HECHO LO CORRECTO—INTERRUMPIÓ
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—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿será una manifestación corpórea de...
—has hecho lo correcto—interrumpió
-HE SIDO LIBERADA- RIÓ FRENETICAMENTE
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿será una manifestación corpórea de...
—has hecho lo correcto—interrumpió
—he sido liberada— rió frenéticamente. EN SU MANO EL CARACOL
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Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿será una manifestación corpórea de...
—has hecho lo correcto—interrumpió
—he sido liberada— rió frenéticamente. En su mano, el caracol EMANABA UNA LUZ PLATEADA QUE AUMENTABA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿será una manifestación corpórea de...
—has hecho lo correcto—interrumpió
—he sido liberada— rió frenéticamente. En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡TAXI!— GRITÓ DE REPENTE.
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡TAXI! —gritó de repente.
—NO HAY TAXIS POR ACÁ
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá— EL CARACOL PESTAÑEÓ. LA MUJER
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer SE RIÓ LARGAMENTE Y DESAPARECIÓ.
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
DE VUELTA EN CASA COMENCÉ
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé A RECAPITULAR LO ACONTECIDO.
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
PUSE LA PAVA. PENSÉ EN
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en TODO LO QUE HA SUCEDIDO
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido, MI TÍA,EL TAXISTA
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, EL BAZAR, EL BARBUDO
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, EL DROMEDARIO, EL TÉ HELADO,
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, EL PASILLO, EL ESPEJO
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, LOS MANUS CHAOS, CATA
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los ,manus chaos, cata, LA BOTELLA, LA PRIMERA VEZ
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los ,manus chaos, Cata, la botella, la primera vez, EL MATE, EL ENGAÑO
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los ,manus chaos, Cata, la botella, la primera vez, el mate, el engaño, LA RISA Y EL DESCONCIERTO.
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los manus chaos, Cata, la botella, la primera vez, el mate, el engaño, la risa y el desconcierto.UNA SERIE DE PREGUNTAS SURGIERON
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los manus chaos, Cata, la botella, la primera vez, el mate, el engaño, la risa y el desconcierto. Una serie de preguntas surgieron A LA ESPERA DE RESPUESTA.
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los manus chaos, Cata, la botella, la primera vez, el mate, el engaño, la risa y el desconcierto. Una serie de preguntas surgieron a la espera de respuesta. LA MÁS IMPORTANTE ERA ¿CUANDO
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los manus chaos, Cata, la botella, la primera vez, el mate, el engaño, la risa y el desconcierto. Una serie de preguntas surgieron a la espera de respuesta. La más importante era: ¿Cuándo, DÓNDE Y CÓMO ENCONTRARÍA
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los manus chaos, Cata, la botella, la primera vez, el mate, el engaño, la risa y el desconcierto. Una serie de preguntas surgieron a la espera de respuesta. La más importante era: ¿Cuándo, dónde y cómo encontraría UN FINAL FELIZ?
-DEME
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los manus chaos, Cata, la botella, la primera vez, el mate, el engaño, la risa y el desconcierto. Una serie de preguntas surgieron a la espera de respuesta. La más importante era: ¿Cuándo, dónde y cómo encontraría un final feliz?
-Deme UNA RESPUESTA USTED QUE LEE
Capítulo III - LA EXTRAÑA CATA
¿Alguna vez lograría entender de qué se reía ella? Por más que buscaba una razón, sólo escuchaba una carcajada sin sentido, vacía, oprimiendo mi razonamiento angustiantemente.
Ya había sido suficiente. Esperé a que se durmiera para poder planear mejor lo que jamás haría. El bazar no aceptaba devoluciones ni cambios, el señor barbudo me propuso entonces un “almacidio” como solución. Proceder en ese sentido podría provocar un cataclismo catastrófico. Lo hice.
—Querida Cata: Quiero que te vayas, por favor.
Apunté directamente a su corazón. “¿Las almas tienen corazón?”, dudé un instante antes de disparar. Un estruendo nos envolvió. Silencio.
—¿Te conozco?— dijo un caracol que pasaba veloz e inesperadamente.
—No.
—Ahá— dijo. Y desapareció tras el dromedario que nuevamente se había mostrado.
Cata, sobre el pasto, parecía dormir, pero empezó a desvanecerse.
Cerré los ojos para desaparecerla completamente... y cuando los abrí, ella, otra, estaba tirada sobre la hierba quemada, mirándome fijamente.
¿Quién era esa misteriosa mujer?
¿Será una manifestación corpórea de...
—Has hecho lo correcto —interrumpió. —He sido liberada —rió frenéticamente.
En su mano, el caracol emanaba una luz plateada que aumentaba.
—¡Taxi! —gritó de repente.
—No hay taxis por acá.
El caracol pestañeó. La mujer se rió largamente y desapareció.
De vuelta en casa comencé a recapitular lo acontecido.
Puse la pava. Pensé en todo lo que ha sucedido: mi tía, el taxista, el bazar, el barbudo, el dromedario, el té helado, el pasillo, el espejo, los manus chaos, Cata, la botella, la primera vez, el mate, el engaño, la risa y el desconcierto. Una serie de preguntas surgieron a la espera de respuesta. La más importante era: ¿Cuándo, dónde y cómo encontraría un final feliz?
—Deme una respuesta usted que lee, BUSCO UN ALMA PARA MÍ.
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Bueno, gente, creo que hasta aquí ha llegado esta odisea cadaverística. Una vez más, mil gracias por haberse enganchado en el juego. Me parece que salió algo interesante... y cada cual es libre de continuar esta historia si le place, no de a retazos, sino de un tirón.
Pero esos 3 primeros capítulos son nuestros, y nadie nos quita lo baila'o.
Saludos y hasta la próxima.
C.
Esa!
Aguanten nuestros primeros 3!!!
Besos!
B.
3capitulosdel 2º cadaver... y vamos por más...
Saludos.
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