enero 31, 2007

De los hábitos (2ª parte)

Vayamos, ahora sí, a esos hábitos y/o rutinas que adoptamos voluntariamente y forman parte de nuestro día a día. Siguiendo con la línea de pensamiento anterior, así como hay hábitos y hábitos, hay obsesiones y hay obsesiones. Yo tengo muchas (y cuando digo muchas, son muchas), algunas más graves que otras.
Tal como comentaba F. Lobson, por ejemplo, yo también chequeo el despertador un par de veces antes de rendirme al sueño. Por otra parte, me preocupa notablemente la puntualidad, por lo cual sé muy bien que —si no quiero preocupaciones— debo salir de casa como MUY tarde a las 8 am para ir al trabajo. Si salgo 8:03, aun sabiendo que no necesariamente voy a llegar tarde, me pongo un poquito de mal humor.
Afortunadamente, para todos aquellos que deban soportarme, no tengo muchos más horarios estipulados a cumplir, sólo las mañanas de los días laborales. (Pero no me hagan llegar tarde a algún compromiso porque arde Troya. Igual últimamente me relajé bastante al respecto, debo decir).
No voy a hacer un listado de mi lado oscuro (Luke, I am your father), apenas me detendré en un detalle matinal que decididamente ya incorporé como hábito. Sépase: no suelo desayunar durante la semana (hace como 15 años que perdí ese hábito); por lo tanto, para evitar el clásico comentario de “ay, cómo podés salir con el estómago vacío” o cosas por el estilo, empecé a desayunar con un yogur.
Ahora bien, vestirse al tiempo que uno se lleva a la boca una cucharada de yogur (o de lo que fuere) resulta particularmente incómodo, por lo que debí comenzar a despertarme más temprano para comer el susodicho (no en vano comenté mi obsesión acerca de los horarios). Como era de esperarse, este hábito duró poco y fue rápidamente suplantado por un práctico yogur bebible.
Es así como todas las mañanas laborales, salgo a horario con un Actimel que comienzo a abrir una vez traspasada la puerta de casa y bebo en el trayecto que me separa del subte; unos pasos antes de llegar y bajar las escaleras, arrojo el potecito en un cesto. De lunes a viernes lo mismo (salvo que haya olvidado comprar en cantidades justas).
Si alguien me observara, podría pensar que tomo el Actimel porque creo que sus L-casei defensis (¿quién inventó semejante cosa?) me prevendrán de una baja de defensas que habría de llevarme indefectiblemente a alguna enfermedad, gripe o malestar físico. No, la publicidad aún no ha podido conmigo. Tengo este hábito porque es uno de los pocos yogures bebibles cuyo contenido no es demasiado; si tuviera más líquido, no lo terminaría. Es la cantidad exacta, y el sabor no me desagrada. Punto.
A lo que voy con toda esta perorata yoguril: uno adopta hábitos, cambia algunos o deja otros por alguna razón. A veces se tornan vicios, manías; a veces son tics inconscientes; a veces son sólo costumbres que nos acompañan por períodos determinados de tiempo. Uno de mis últimos hábitos adquiridos es blogger, escribir un poquito, leerlos, comentar...
Empecé a pensar en los hábitos por diversas cuestiones personales (además de cavilar acerca de su etimología), y no sólo me detuve un instante en mis propios hábitos, sino también en los hábitos en sí y en lo poco que la gente —o yo, al menos— les presta atención cuando son tan cotidianos. Creo que dicen mucho acerca de uno. ¿Recordás cuál fue tu último hábito adquirido/abandonado y por qué o cómo comenzaste a tenerlo/abandonarlo?

enero 27, 2007

De los hábitos (1ª parte)

Toda persona tiene hábitos, no me digan que no... pero hay hábitos y hay hábitos, convengamos. Por eso divido este post en, al menos, 2 entradas.
Esta 1ª parte de los hábitos estará dedicada, pura y exclusivamente, a un único tipo de hábitos; dejemos a los otros para la próxima.
Ustedes saben —leyéndome nomás ya se nota— que soy una persona con uno que otro par de obsesiones, pero no sé si necesariamente eso influye en este tipo de hábitos (decididamente sí en los del próximo post, pero no en éstos). Veamos, la cosa es así:
Hace varios años atrás, salí mucho tiempo con alguien que se dedicaba a la psicología (sí, por supuesto, conmigo tenía un festín y nunca dejaba de sorprenderse, quizás por eso permaneció tanto tiempo a mi lado). Esta persona, además de la enorme paciencia que me tenía (pues me conoció en una época mía de hermético mutismo, cuasi autismo), me observaba con sumo detalle y cariño (¿o lástima?). Tal era así, que podía señalarme una serie de hábitos inconscientes de cuya existencia, si no me los hubiera dicho, quizás nunca me hubiera percatado.
Un día, por ejemplo, estando a mis espaldas y a lo lejos, evidentemente me estaba observando durante uno de mis procesos más que habituales. Cuando me di vuelta y salí del baño, me topé con su sonrisa y la frase: “Siempre te peinás igual, y terminás de peinarte así” (movimiento de manos sobre la cabeza que no voy a detallar).
En mi vida antes me había detenido a mirar cómo cornos me peino (recuérdese que hablamos de ‘peinar’, no del ‘peinado’), lo cual obviamente comencé a hacer tras su comentario y, en efecto, la conclusión fue que tenía razón: termino de peinarme haciendo un gesto que no puedo controlar, que me sale del alma. Desde aquel entonces hasta hoy, cuando tengo un destello de lucidez y me percato de él, (son)río tontamente frente al espejo sabiendo que sólo yo entiendo mi (son)risa.
También me señaló la postura que suelo adoptar estando de pie y charlando con otra persona, y un número de gestos que hago día a día, con la misma habitualidad con la que respiro. Creo que no he cambiado mucho... la verdad es que nada de eso cambió.
Es estando cierto tiempo con una persona que empezamos a advertir esos pequeños detalles, ese minimalismo realista-cotidiano que no deja de tener cierto encanto, y que hace a la personalidad de cada uno. Lo peculiar es que uno mismo difícilmente advierta cuán cargado de hábitos está, aunque a veces podemos hacerlo con algunas pequeñas cosas. Y pienso, por ejemplo, en cuando uno se percata de que siempre saca las llaves antes (o mucho antes) de llegar a casa, o que tiene alguna muletilla al hablar, o que siempre coloca la pasta dentífrica en la misma dirección, o que siempre abre una canilla antes que la otra antes de entrar a bañarse, etc.
En fin, gente, como decía al principio, toda persona tiene hábitos... pero hay hábitos y hábitos. El próximo post será acerca de hábitos que nos imponemos por diversas causas; en esta oportunidad les pregunto: ¿Tienen algún hábito inconsciente divertido o que quieran compartir con nosotros?

enero 24, 2007

“Expresión a la simple”

Ayer soñé que posteaba una nueva entrada en mi blog, y en este mismo instante estoy haciendo mi sueño realidad.

Sí, una vez que haga click, habré cumplido uno de mis sueños. La EMOCIÓN es mayúscula. Ahí voy.

enero 21, 2007

123

Esto es así, visito el blog de Fodor Lobson y resulta que me esperaban las siguientes instrucciones:

  • Agarrá el libro más cercano.
  • Abrí el libro en la página 123.
  • Encontrá la quinta frase.
  • Posteá las siguientes 3 frases en tu blog junto con estas instrucciones. ¡No te atrevas a buscar un libro “cool” o “intelectual” en la biblioteca! ¡Ya sé que pensabas en eso! La primera instrucción dice sólo que sea más cercano.
  • Emperná a cinco personas.

Fodor fue benevolente (o no) y dijo que no ‘empernaba’ (cacho de verbo, ¿eh?) estrictamente a nadie, pero que todo aquel que leyera, se diera por empernado. Me dije que iba a hacer la prueba, y si me gustaba lo que tocara en la página en cuestión, le haría la gamba a Fodor así no se sentía solo con la cadena.

Cerca de la computadora tenía/tengo un diccionario Griego-Español, un Manual de Español Urgente (para correcciones) y un libro de Gabriel García Márquez (Vivir para contarla) que regalé hará unos 2 ó 3 años a mi madre y ella, tras leerlo, me lo prestó para que hiciera lo mismo. Nunca lo hice, por lo que estuvo juntando polvo hasta hoy, día en que abrí la página 123, y leí la 5º frase:

—Entonces, ¿qué le digo a tu papá?

Le contesté con el corazón en la mano:

—Dígale que lo quiero mucho y que gracias a él voy a ser escritor. —Y me anticipé sin compasión a cualquier alternativa—: Nada más que escritor.

enero 18, 2007

It

Es muy probable que conozcan el libro de Stephen King y/o la película, o al menos hayan escuchado mencionar alguna vez algo al respecto. It se tradujo al español como “La cosa”, y es precisamente acerca de la palabra “cosa” que quisiera detener vuestra atención en esta oportunidad.
En español tenemos 3 géneros: masculino (el), femenino (la) y neutro (lo). Masculino y femenino pueden ser singular o plural (los/las), no así el neutro, para el cual, en caso de querer decir algo plural, se utiliza una forma femenina plural: “las cosas...” (ejemplo: lo bueno > las cosas buenas).
¿Vamos bien? Calma, no voy a entrar en temas aristotélicos ni filosóficos respecto a “la cosa en sí” y todo eso. Mi reflexión del día es otra: siendo “cosa” una palabra sumamente usada, por todos sabida como femenina... no me digan que nadie escuchó decir o dice: “¿Dónde está el coso ése?”, “¿Para qué sirve el cosito éste?”, y otras expresiones por el estilo.
“El coso”, tal y como lo usamos, no figura en ningún diccionario que yo conozca. Y pienso que, curiosamente, cuando decimos la forma masculina de la palabra en cuestión estamos paradójicamente haciéndola más neutra (sí, el lenguaje es fantástico, ¡qué cosa loca! ¿no?). En fin, quizás sea la mía una reflexión un tanto inútil, pero de golpe le encontré al ‘coso’ una cosa así tan peculiar que me dio cosa no decir cosa alguna sobre el coso éste.
Por último, y para cerrar con toda esta cosa, en el blog de Ramiro estamos delirando al cubo acerca de las traducciones, y —aplicándolo de alguna forma a esto— creo que me hubiera jugado y habría traducido It por “el coso”, ciertamente le da más encanto, ¿no les parece?
Bueno, mejor sigo con mis cosas. Hasta la próxima.

enero 15, 2007

Querer ser

Sorprendió a más de uno, eso es innegable. Y yo creo que fue así porque, si bien empezó desde bien pequeñita, cuando la gente le preguntaba qué quería ser cuando fuera grande, nunca nadie había [terminado de / empezado a] entenderla*.
Cuando cuentan la anécdota, siempre empiezan por el mismo lugar: “Estábamos en la playa, vacaciones de verano, toda la familia. Habíamos optado por comprar churros para la merienda, pero tras escuchar el ‘Heee-ladooooo, heee-lado-he-ladoooo’, Fernandita cambió de opinión y de profesión”.
Resulta que Fernandita, de 11 años, hasta aquel día al menos, solía responder la clásica pregunta con las siguientes palabras: “Quiero ser veterinaria”. De haberse mantenido en aquella idea, probablemente nadie se hubiera sobresaltado antes de tiempo, pero aquel heladito veraniego precipitó la sorpresa.
—¿Qué querés ser cuando seas grande?— le preguntó la señora de la sombrilla de al lado, cuyo hijo jugaba con Fernandita a la paleta, al tejo y demás entretenimientos vacacionales.
—Quiero ser heladera.
Todos los que escucharon aquella respuesta no pudieron evitar dejar de hacer lo que hacían y buscar con la mirada la procedencia de aquella afirmación inusitada.
—¿Heladera? ¿No era que querías ser veterinaria, hijita?— interrumpió la madre entre avergonzada y sorprendida —¿Qué se te dio ahora por vender helados, mi amor?
—¿Vender helados? No, mamá, yo quiero ser HELADERA, con freezer, 2 puertas y al menos 5 temperaturas...

¡Plop!**

* Me parece que, [luego/a causa] del post Elegir, adquirí un nuevo vicio escritural; intentaré subsanarlo a la brevedad, sepan disculpar las molestias ocasionadas.
** Homenaje a Condorito. Siempre me pareció tontamente divertido que todos los personajes se desmayaran ante los chistes (y eso que no eran tan malos como los míos).

enero 12, 2007

Please INSERT COIN($)

GAME OVER

enero 10, 2007

BABEL

No, este post nada tiene que ver con la película pronta a estrenarse, aquella que pareciera ir a tener mucho éxito [porque/aunque] actúa Brad Pitt (siguiendo con el post anterior, que el lector decida cuál subordinante es el apropiado).

Sí, me gusta el lenguaje —ya es sabido—, pues nunca deja de asombrarme ni de entretenerme. Amo con fruición exprimirle hasta la última gota a palabras que la gente lanza por ahí con total naturalidad y sin tomarse el tonto trabajo —esa parte me toca a mí— de pensar cómo se originó dicho vocablo y/o por qué.
Lo siento, pero cuando me hablan suelo distraerme y me voy volando con una palabra y vuelvo para cuando la persona me mira esperando una respuesta o comentario a toda su frase. NO SIEMPRE soy así, mantengo aún un dejo de cordura; pero me puede, el desgraciado lenguaje me puede.
Últimamente me entretengo analizando uno que otro sustantivo y viendo cómo optaron los demás idiomas por denominar el mismo objeto. A veces llego a conclusiones interesantes, al menos para mí. Por lo general, elijo palabras que en español evidencian su etimología, así resulta más fácil (ej.: ‘Anteojos’, algo que se pone ante/delante de los ojos). Lo divertido está en NO recurrir a ningún diccionario etimológico hasta que el delirio haya adquirido dimensiones mayúsculas.
A fin de demostrarles qué tanto me chifla el moño, les dejo dos delicias, dos de esas palabras que puedo quedarme horas masticando, saboreándolas mientras rebotan en mi cerebro cada vez que me toca decirlas en voz alta:

* Paraguas. ¿Para las aguas? ¿‘Para’ preposición o ‘para’ de parar/detener? En francés es parapluie, pluie es lluvia, ergo: “para la lluvia”, pero la preposición en francés es pour, y el verbo ‘parar’ es s'arrêter, cosa e' mandinga, ¿vendrá del griego? No, pará, ‘pará’, te estás yendo a la mierda. ¿A ver en inglés? Umbrella, clavado que viene del diminutivo de umbra, ‘sombra’ en latín, ergo: en inglés dicen algo así como “sombrita”, será que lo usaban más bien para el sol y no para las aguas... mmmh, ‘parasol’... (Por razones de vergüenza propia y para preservar vuestra salud mental, corto esta cavilación de ‘paraguas’ acá; sigue, pero me parece que ya se entendió cómo viene la cosa).

* Guantera. Una vez, tras decir esta palabra, se me dio por preguntarme qué tantos GUANTES guarda allí la gente hoy en día. No obstante, es evidente que ése fue su uso generalizado cuando fue creada, ya que, en mis periplos lingüísticos, caí en la cuenta de que muchas lenguas siguieron el mismo concepto. A saber: en francés: boîte à gants (‘gants’ = guantes); en italiano: guantiera (‘guanto’); en portugués: porta-luvas (‘luvas’); en inglés: glove compartment (‘glove’); en alemán: handschuhfach (‘handschuh’); etc.

Ay ay ay, Babel, curiosa metáfora bíblica... busco entre tus restos el hilo que me conduzca hacia la verdad de la milanesa, pues parecerás arbitraria, pero la verdad no es ésa.

enero 07, 2007

Elegir

Quizás alguna vez hayan leído alguno de esos libros del estilo “elige tu propia aventura”, en donde el lector debía optar qué actitud tomar ante una situación particular y, en virtud de su elección, la historia derivaba en distintos desenlaces. Si bien por lo general uno terminaba muriendo de las formas más absurdas e inesperadas —por lo que realmente no resultaban causas/consecuencias muy lógicas—, se le planteaba al lector una responsabilidad que lo hacía sentir más partícipe y cuidadoso de sus actos... cualidad nada desdeñable a inculcar en los jóvenes lectores.
Lo que escribí a continuación tiene un trasfondo de eso, pero la elección que le compete al lector es meramente la de optar por un subordinante u otro. Para mí es un pequeño ejercicio escritural que me inventé ca(u)s(u)almente (elijan qué “u” quitar), y su objetivo —en una época de mi vida donde me siento ante una que otra disyuntiva personal importante— es simplemente recordarme que también las pequeñas cosas pueden marcar diferencias y que constantemente estamos eligiendo una u otra sin demasiados cuestionamientos.


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(Si/Aunque) se abre ahora para C. una nueva oportunidad, habrá de pensar con cuidado (antes/a fin) de concretar quizás uno de sus más grandes anhelos. Teme que, (pese a/apenas) decidir algo, nunca esté plenamente conforme, (ya/por más) que sabe que es precisamente en las disyuntivas donde se gana o se pierde algo. (Como/Por poco que) sabe resignarse ante lo inevitable, no es tanto la pérdida de algo lo que le preocupa, sino cometer un error, dar un paso más en esta o en la otra dirección y notar (al/tras) caminar que ese sendero no llevaba al destino deseado.
Algunos dicen que es posible volver los pasos atrás, otros dicen que las oportunidades que nos son dadas pasan rápidamente y se van... ¿Acaso C. también debe decidir qué versión creer? (A menos de/Con tal de) que haya un indicio, una señal que le diga qué es lo más conveniente para hacer, es capaz de esperar (hasta que/siempre y cuando) su corazón sienta estar haciendo lo mejor para todos. Pero si las oportunidades pasan rápidamente y nada se decide ahora, entonces tampoco habrá pasos que volver atrás...
Pareciera que a veces no es bueno pensar tanto las cosas, (puesto/siempre) que uno tiende a buscarse sus propias aporías.

enero 04, 2007

De cumpleaños

Ayer fue el cumpleaños de mi padre y mañana es el de mi madre. La proximidad de sus respectivos onomásticos hizo que algunas veces —durante los años que estuvieron casados— festejaran juntos, en un mismo día y con una única fiesta que reuniera a todos sus amigos.
Lo mismo me sucedía con una de mis caras amistades (no, el adjetivo no quiere decir que pago a la gente para que sea mi amiga). Alber cumple el 18 de marzo y yo el 19, por lo que las más de las veces celebrábamos a dúo.
El “matar dos pájaros de un tiro” es una táctica festejo-ahorrativa que más de uno habrá experimentado. Pero lo cierto es que no todo son rosas; si bien la lista puede ser más larga, menciono simplemente 3 cuestiones que hacen de dicha práctica algo no tan feliz:
1) Quien cumple años primero, por lo general debe esperar a que el otro también lo haga para recién entonces poder festejar.
2) Los invitados deben llevar dos regalos pero reciben a cambio una única fiesta. ¿Qué clase de injusticia es ésta?
3) Cuando hay que cantar el “feliz cumpleaños”, los invitados —quizás en venganza al punto 2)— también quieren ahorrarse el tener que cantar dos veces y terminan entonando: a) “que los cumplan, Natalia y Roberto”, si previamente acordaron el orden en que pronunciarían los nombres; caso contrario se escuchan los dos nombres en simultáneo, que es lo que pasa en b) “que los cumplan, Natarto y Robelia / Robelia y Natarto”; también está la opción c), en la que cada cual dice únicamente el nombre de la persona con la que tiene mayor afinidad y se genera también la superposición (“que los cumplas, Nobtertiooaa”); la opción d) es más triste, es cuando todos se miran desconcertados y suena un “que los cumplas/n ... Na ... Ro ... mmejem ... o ... a”.

Es cierto, la espera del punto 1) puede ser salvaguardada cuando los celebrantes cumplen con sólo un día de diferencia y deciden festejar a la noche de uno y esperar a medianoche para festejar el otro. Asimismo, el punto 3), con un poquito de buena voluntad y organización previa, puede sortearse sin mayores padecimientos.
Por último, luego de pensar con respecto al punto 2), llegué a la conclusión de que una buena forma de devolver la ‘amarretada fiesteril’ es si cada invitado regala una única cosa a los dos agasajados. Lo ideal sería entonces encontrar posibles regalos que sólo sean accesibles para ellos en forma simultánea, ahí quizás pensarían dos veces antes de decidir festejar juntos.
Sólo se me ocurrieron poquitas cosas para pagar a estos cumpleañeros con la misma moneda (por ej.: una cena para dos, ellos dos). Mientras nadie piense nada al respecto, esta terrible injusticia seguirá existiendo, así que leo con atención si se les ocurren nuevos regalos “2 en 1” (y si nadie tira buenas ideas significa que Alber y yo podremos burlarnos una vez más de nuestros invitados en común, jejeje).

enero 01, 2007

Here we go again

1º de enero de 2007

El año es nuevo y curiosamente es como si esa ‘novedad’ se trasladara a todo. Cada pequeña cosa —si me detengo a pensar— es la primera vez en el año que la hago y eso la carga de una tonta pero divertida emoción.
Es la primera vez en el año que escribo en mi blog, y me siento como en el primer día de clase, con mi cuaderno nuevo, anotando la fecha en el margen superior derecho e intentando mantener cierta prolijidad, al menos en esa primera carilla que habré de ver cada vez que lo abra.
Asimismo, dado mi caracter un tantito obsesivo, me gusta mantener ciertos hábitos, costumbres, rituales. Es por eso que cuando pensé en postear algo hoy, casi inconscientemente me vino una frase al cerebro, y resulta que era la misma que se me cruzó cuando empecé A place to hideaway.
Evidentemente asocio dicha frase —que en realidad es parte de una canción— con la idea de algo que comienza y que quiero aprovechar. Es una frase que a su vez recuerda el concepto de Carpe diem, motivo por el cual, cuando la escribí el año pasado, agregué la Oda XI de Horacio ya que se relacionaba con el post y con mi apodo.
Entonces pensaba... el año será nuevo, pero yo sigo con mis mismas locuras; ergo: la ‘novedad’ no se traslada necesariamente a todo, no significa que sí o sí van a pasar cosas “nuevas”, sino que es meramente el ritual el que se renueva, que empieza nuevamente su ciclo, con sus potenciales variantes —claro está— pero tampoco la pavada, no es que yo voy a hacerme de nuevo y pensar de una forma absolutamente nueva. “Nothing's gonna change my world”. (Por favor, entiéndase que no es que recién me doy cuenta de esto —taaan papafrita no soy—, lo que quiero señalar es el uso del adjetivo ‘nuevo’).
En fin, así empecé el año, pensando, divagando, delirando... nada nuevo. Pero mejor termino con estas cavilaciones de feriado y me/les dejo la frase en cuestión, que es lo único importante de todo este palabrerío:

“Few are the choices we are given
the sands of time pass quickly by.”